Muy lejos aparecen aquellos tiempos en que al son de la canción “a trabajar, a trabajar, el bosque hay que cuidar…” el personaje Forestín enseñaba a prevenir los incendios. Hoy, el futuro de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) se ve distinto, complicado, ya que a su labor de cuidado sumó una tarea que amenaza con internarla en un espeso bosque burocrático.
La atribución de determinar si millonarias inversiones de compañías eléctricas, forestales e incluso proyectos estratégicos de conexión vial en el sur del país, merecen recibir el carácter de interés nacional -un requisito indispensable para su materialización, cuando están emplazados en zonas donde existen especies de árboles protegidas, exóticas o bien en peligro de extinción-, volvió las miradas hacia esta institución, que nació hace cuatro décadas.
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