Con una inversión inicial de $25 millones, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Osorno pretende medir con exactitud la cantidad de gases —que contribuyen al cambio climático— liberados en el proceso de producción y comercialización de un kilo de queso chileno en un mercado de destino.
La cifra será vital para las exportaciones, pues se prevé que pronto los países desarrollados la exigirán en las etiquetas de los productos que importan. Se trata de la “huella de carbono”, que se expresa en miligramos de CO{-2}, pero que considera varios gases que inciden en el efecto invernadero. Y si bien puede pensarse que al tratarse sólo de pasto y vacas no existe este problema, en la producción de leche también está presente.
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