El tema ambiental llegó para quedarse. De una tímida ley de bases de Medio Ambiente promulgada en 1994, al nombramiento, durante el 2007, de una ministra de Medio Ambiente, ahora estamos presenciando la creación de su Ministerio y de una Superintendencia Ambiental.
Es que no son pocos los conflictos ambientales que tenemos. Para todos es conocido el caso de los cisnes de Celco, las represas en Ralco, los glaciares de Pascua Lama, los derrames de petróleo en el mar, derrames de residuos en Licancel, plantas de gas en zonas protegidas, proyectos de megarepresas, en fin, y para qué decir aquellos proyectos que, por emplazarse en pequeñas localidades o con inversiones menores, no llaman la atención de los medios.
Qué el sistema actual no es el adecuado, no es novedad, o si no, no se estaría trabajando por crear uno mejor. En verdad, todo es perfectible.
Pero ¿qué será lo que viene? En el medio ya es un secreto a voces que las Coremas ya no existirán, al igual que el consejo de ministros. ¿Quiénes tomarán ahora las decisiones ambientales? ¿Habrá mayores restricciones para los proyectos? ¿Serán más estrictos este nuevo organismo técnico encargado de evaluar los proyectos ingresados al SEIA? ¿Se asustarán los inversionistas extranjeros? o al contrario ¿valorarán la política ambiental chilena?, mal que mal, estos cambios nos ayudarán a ingresar al selecto grupo de la OCDE.
¿O será como el dicho de las abuelas?: "Más vale diablo conocido que santo por conocer"